miércoles, 5 de septiembre de 2007

La importancia del mercado interno

Una de las ilusiones con que se trató de justificar la apertura y el cambio de modelo económico a principios de la década pasada era que el comercio exterior iba a ser el gran motor del desarrollo, la fuente más dinámica del crecimiento económico y de la generación de empleo. Atrás había que dejar esos modelos prehistóricos de la sustitución de importaciones, de la protección a la agricultura y la industria nacional, para poder entrar al nuevo mundo de la globalización.

A pesar del fracaso evidente de esas tesis, que dejaron una secuela de recesión y desempleo a lo largo y ancho de América Latina, en el actual debate sobre el TLC con los Estados Unidos se repite el argumento. Sus defensores se basan en un hecho cierto, la dificultad de incrementar rápidamente nuestras exportaciones a nuestros vecinos de la Comunidad Andina o a nuestros nuevos socios del Mercosur, para concluir en un falso silogismo que nuestro “mercado natural” son los Estados Unidos cuya economía, por su tamaño y capacidad adquisitiva, es la única que podría demandar un volumen importante de productos colombianos.

Lo que se olvida en esa argumentación es que para Colombia, como para la mayoría de los países, su verdadero “mercado natural” es su mercado interno y que la principal fuente de crecimiento ha sido y seguirá siendo la demanda interna de los productores y consumidores colombianos.

No se trata de negar la importancia de las exportaciones, ni de plantear una falsa disyuntiva entre mercado interno y externo. Nunca los calumniados modelos de desarrollo basados en la sustitución de importaciones dejaron de prestar atención prioritaria a la promoción de exportaciones. En cierto modo también eran modelos aperturistas, pero con una pequeña diferencia con la apertura neoliberal de principios de los noventa: buscaban la apertura hacia fuera, para exportar más, y no hacia adentro para que la competencia de los subsididados productos importados acabaran con la producción nacional.

En la historia colombiana se confirman fácilmente estas apreciaciones. Así sucedió con el más cepalino de los gobiernos del siglo pasado, el del presidente Lleras Restrepo, que fue el que dio inicio a toda la política de promoción de exportaciones con instrumentos e instituciones que aún hoy siguen vigentes. Lo mismo, en el plan de desarrollo de “Las cuatro estrategias” de su sucesor Misael Pastrana se buscaba un equilibrio entre el impulso a la demanda interna liderada por el sector de la construcción y la promoción de exportaciones. En el vecindario habría que mirar el ejemplo de Brasil, que con una política rabiosamente proteccionista en los sesenta y setenta construyó una infraestructura productiva que hoy le permite ser una de las mayores potencias exportadoras del mundo entero.

La importancia del mercado interno y los consumidores domésticos para el crecimiento se basa en una simple constatación aritmética: la demanda interna representa el 85 por ciento del PIB, mientras que las exportaciones tan solo el 15 por ciento, y de estas cerca de la mitad son del sector minero con muy poco impacto en empleo y consumo, o sea que el Pareto de las estrategias de crecimiento muestra que resulta mucho más eficiente el impulso a la demanda interna.

Pero más allá de estos argumentos de Perogrullo cada vez son más los estudios académicos que confirman los mismos resultados. Por ejemplo, los profesores Moreno y Zarta de la Universidad Nacional publicarán próximamente un trabajo sobre las fuentes del crecimiento económico en Colombia durante la década pasada, en el que muestran como la demanda interna generó el 79 por ciento del crecimiento del PIB en ese período, el cambio tecnológico otro 14 por ciento y el sector externo tan solo el 7 por ciento. No debería sorprender a nadie este resultado, porque corresponde a la década de la apertura hacia adentro.

Para acelerar el crecimiento económico, generar empleo y disminuir la pobreza es indispensable impulsar la demanda interna, para lo cual debe aumentarse la capacidad adquisitiva de los colombianos. Pero el espacio se terminó y habrá que volver sobre ese tema en otra ocasión.